Mi historia​

Me llamo Elena y nací en Vigo en noviembre de 1983.

Sí, formo parte de la generación de los «millennials»  que sigue soñando con un mundo mejor. Me esfuerzo en aportar mi granito de arena cada día para lograrlo.

Quiero contarte los motivos por los que decidí convertirme en entrenadora personal.

Como muchas otras personas yo también caí en las redes del sedentarismo y la comida basura, y sufrí las consecuencias. La mayoría fueron reversibles.

Por fortuna, reaccioné a tiempo. Prefiero no imaginar qué habría sucedido de haber continuado ese camino. Me apuesto a que mi destino hubiera sido muy diferente al actual.

Debo reconocer que fue complicado luchar contra los malos hábitos, ignorar los mitos sobre nutrición y resistirme a las tentaciones constantes de mi entorno.

Se necesita mucho más que fuerza de voluntad. Es imprescindible un cambio de mentalidad que te haga asumir que es un estilo de vida para no fracasar en cada intento.

Me llevó tiempo entender que no todo es blanco o negro, existe una escala de grises y que debo encontrar la tonalidad adecuada. Al igual que tú, soy única, con unas necesidades, unos objetivos y gustos propios por lo que debo trazar mi propio camino aunque de vez en cuando me deje guiar y aconsejar.

«Yo soy yo y mis circunstancias”

– Ortega y Gasset –

El declive

La verdad es que siempre he disfrutado con la práctica del deporte. Desde el colegio hasta la universidad aprovechaba cualquier situación para correr, bailar, jugar al fútbol y baloncesto, andar en bici,…

A partir de los 22 años me volví bastante inactiva, no tardé demasiado en notar los efectos del sedentarismo.

Fue a los 26 cuando empecé a sufrir un sobrepeso más severo y aparecieron los primeros dolores de espalda. Hice algunos vagos intentos por resolver ambas situaciones pero sin demasiado éxito.

Si te soy sincera al principio buscaba excusas ajenas a mí para eludir mi responsabilidad sobre mis malos hábitos. Me pasaba horas sentada, no hacía nada de ejercicio y me daba atracones de comida basura.

A pesar de estas evidencias, primero le eché las culpas a que nací sin tiroides. Recriminaba a los médicos que no lograran ajustarme correctamente la medicación. Aunque este factor influye, lo cierto es que me autoengañaba justificando que mis kilos de más eran causa únicamente del hipotirodismo…

La preocupación por mi estado físico se volvió un problema recurrente. Cada cierto tiempo buscaba soluciones, ayuda y asesoramiento. Pretendía que remediarlo sin demasiado esfuerzo y sin tener en cuenta el largo plazo.

Recurrí a endocrinos, al médico de cabecera, y hasta a NaturHouse. Todos me facilitaban dietas hipocalóricas qué además de recortar exageradamente las calorías, tenían como referencia la pirámide alimentaria impuesta por la industria.

En las dietas se priorizaban los carbohidratos refinados, contenían un exceso de ultraprocesados (fiambres, mermeladas light, refrescos light…). También se restringían las grasas naturales y no le daban la importancia suficiente a la cantidad de proteína necesaria para no perder masa muscular.

Para colmo omitía la influencia del ejercicio físico, pues sus recomendaciones se limitaban a caminar una hora diaria y poco más.

Aún así, yo estaba convencida que el deporte era una de las claves. Por desgracia, los planes de entrenamiento que me facilitaban en el gimnasio hacían demasiada insistencia en el cardio.

Respecto a la fuerza se centraban en utilizar máquinas o pesas con cargas muy ligeras con la intención de quemar más calorías. A eso se le sumaba la falta de personalización y orientación.

Desconocía como progresar y no veía avances de ningún tipo tras un par de meses. Todas estas circunstancias me desmotivaban y conducían al abandono de la dieta y del gimnasio.

El resurgimiento

Entonces varios sucesos lograron que a los 29 me sintiera preparada para afrontar y resolver esa situación.

Hubo un primer punto de inflexión. Un día la báscula marcó casi 74 kg. Fue un bofetón que me devolvió a la realidad. Había llegado el momento de ponerme seria y recuperar mi físico. 

Pero no todo pasaba por la dieta y el ejercicio. Si quería conseguirlo también tenía que cambiar otras circunstancias personales que incrementaban mi estrés y ansiedad. Me di cuenta de que usaba la comida como una vía de escape para no afrontar mis problemas emocionales. Y así lo hice.

Volví a recurrir de nuevo a los clásicos de dieta y entrenamiento. Como estaba más motivada, conseguí aguantar durante 6 meses. Así llegué a bajar hasta los 62 kg, pero los resultados eran engañosos. Aunque había perdido grasa, también mucha masa muscular.

Llegó un punto que era inviable reducir más calorías. Mi metabolismo se había estancado. Veía como lentamente iba recuperando parte del peso perdido… Pero esta vez me negaba a rendirme de nuevo, tenía que buscar alguna alternativa.

Recordé la famosa cita de Einstein: “Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”

Me puse a indagar por la red hasta que descubrí nuevas formas de mejorar la salud desde el punto de vista evolutivo que me resultaron interesantes y mucho más lógicas.

Empecé a aplicarlas a mi día a día. Todo empezó a encajar. Cada vez me sentía más a gusto con mis nuevos hábitos y mi organismo respondía favorablemente.

Entonces mi interés por el campo de la salud fue creciendo. Necesitaba saber más y escapar de los mitos que nos inculca la industria alimentaria y farmacéutica.

Empecé a leer y aprender sobre nutrición, neurología, metabolismo, entrenamiento, movilidad, descanso, inteligencia emocional y social, productividad, efectividad… (y sigo en ello ;)).

La transformación

Lo que empezó siendo un cambio físico también me afectó a otros niveles.

Mis ganancias de fuerza y resistencia no solo se produjeron a nivel físico, también empecé a notarlas a nivel psicológico y emocional.

A los pocos meses empecé a sentir que mi trabajo como administrativa no me llenaba. Y aunque también me asustaba hacer otra modificación drástica en mi vida, ésta sucedió.

No sé si atraemos lo que necesitamos en cada momento, pero creo que de alguna manera, aunque fuera inconscientemente; provoqué los demás cambios que necesitaba.

Recién cumplidos los 32, hubo una segunda vuelta de tuerca, esta vez a nivel profesional. Aproveché un inesperado fin de contrato como una oportunidad para reorientar mi vida. 

Había llegado el momento alejarme de los números (informática y administración) que siempre había considerado un medio para ganarse la vida pero no una vocación. Me conformaba con hacer bien mi trabajo y cobrar a fin de mes. 

Realmente es difícil sentir plenitud cuando vendes tu tiempo y una parte limitada de tus competencias a cambio de un sueldo. Yo sabía que tenía mucho más aportar y que mi experiencia podría ayudar a otras personas.

Necesitaba que hubiera coherencia en todos los planos de mi vida.

El desenlace

Tras lo sucedido en noviembre de 2015 había llegado mi momento. Tenía la oportunidad de crear, desarrollar y emprender mi propia propuesta profesional.

Pero la experiencia personal por sí sola no ofrecía demasiadas garantías para emprender este nuevo proyecto. Así que me puse a estudiar Técnico Superior de Animación de actividades físicas y deportivas (TAFAD)

 

Quería evitar ser una historia más de superación que se reduce a sus vivencias particulares. Necesitaba conocimientos científicos que me avalaran y aseguraran resultados a mis futuros clientes.

La formación profesional me parecía bastante genérica por lo que la fui complementando a lo largo de estos años con diversos cursos para profundizar en áreas más específicas; nutrición deportiva, coaching, neurociencias, entrenamiento funcional, flexibilidad, recuperación de lesiones,…

Inicialmente quise darle un enfoque global a mi proyecto. Sin embargo, según fui avanzando me di cuenta de que podía aportar más valor si me especializaba en un área que me apasionara. En mi caso fue el entrenamiento de fuerza, la readaptación funcional y la prevención de lesiones.

Por ese motivo realicé mis prácticas formativas en un centro de fisioterapia. Allí colaboré en la recuperación y readaptación funcional de varios pacientes con resultados bastante satisfactorios para ellos y para mí.

Posteriormente estuve trabajando como instructora de piscina en la piscina municipal de Salvaterra de Miño. Eso me obligó a aprender más a fondo una disciplina deportiva tan alejada de mi práctica habitual y que no acaba de engancharme. Aún así, disfruté de la experiencia ya que supuso un nuevo acercamiento a la docencia, y si algo me gusta, es enseñar.

La moraleja

Durante estos últimos años he experimentado distintas disciplinas: Paleotraining, kettlebell sport, entrenamiento funcional y powerlifting.

También he realizado bastantes programas y métodos de entrenamiento: Efecto Kettlebell, Guerrera Espartana, Unbreakable y Ring Master de Fitness Revolucionario, Fuertafit de Sergio Peinado, 5/3/1 de Jim Welder, 5×5,…

Progresé a buen ritmo sin grandes dificultades, hasta alcanzar un nivel intermedio de fuerza. A partir de ese punto empecé a notar estancamientos en ciertos movimientos. También comenzaron a surgir algunas molestias que requirieron varias visitas al fisioterapeuta. Temía lesionarme si seguía tratando los síntomas sin averiguar las causas que los provocaban. 

Me puse en manos de un entrenador experto en movilidad que detectó una serie de carencias y descompensaciones que había generado durante mi etapa sedentaria y que se incrementaron con el trabajo de oficina.

Durante este período de readaptación funcional me di cuenta de la importancia de «moverse bien, para luego moverse a menudo» (Gray Cook) o lo que es lo mismo calidad, antes que cantidad.

 

Mientras experimentaba los beneficios de la movilidad, realicé varias formaciones que iban encaminadas en la misma dirección. Métodos de entrenamiento que partían de esos mismos principios:  evaluar, detectar y corregir hasta recuperar los patrones de movimientos correctos para después ganar fuerza en ellos.

Todas estas circunstancias determinaron mi dirección en el campo del entrenamiento. Decidí volcar mis esfuerzos en adquirir conocimientos y experiencia en el campo de la prevención y recuperación de lesiones.

Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera

- Albert Einstein -​

En mi ámbito veo día a día como muchas personas por desconocimiento se lesionan o tienen miedo a hacerse daño y pierden el interés en hacer ejercicio.

Se están perdiendo todos los beneficios que se consiguen al mejorar su movilidad y desarrollar mayores niveles de fuerza. Estoy segura de que si progresaran lo suficiente querrían entrenar todos los días.

Por eso además de divulgar conocimiento y dar consejos para llevar una vida sana, procuro dar ejemplo en mi día a día a mi entorno más cercano y también en las redes sociales.

Aunque en el blog me centro principalmente en el entrenamiento de fuerza y la movilidad. También considero igual de importante llevar una adecuada nutrición y tener suficiente descanso para poder disfrutar de una buena salud y bienestar. Sin olvidar el desarrollo de mis cualidades personales y procurar mantener una actitud mental positiva.

La evolución

Muchos de los días que entraba en el centro deportivo a prestar mis servicios, me venía a la mente mi anterior puesto de trabajo. Solo podía pensar en lo afortunada que era por estar teniendo esta nueva oportunidad.

Un entorno donde podía desarrollarme en todas las facetas posibles como entrenadora y como persona. Ayudar a progresar a tantas personas, motivarlas, resolver sus dudas,… tiene para mí un valor incalculable y siento que mi esfuerzo ha sido recompensado con creces.

Así ha sido por dos años (octubre 2018 a noviembre 2020), con la interrupción de tres meses ocasionada por el COVID.

Un obstáculo que se convirtió en una oportunidad para replantearme formas alternativas de seguir ayudando a personas a moverse más y mejor mediante servicios online.

Regresé en marzo de 2023. Durante medio año tuve la oportunidad de entrenar a grupos reducidos. Me resultó muy estimulante enfrentarme cada hora a todo tipo de objetivos, edades, capacidades y circunstancias a las que adaptar los entrenamientos y recursos disponibles. Requería tanta implicación y atención que me sentía en estado de flujo constante.

En la actualidad

Gracias a esta etapa, descubrí que disfruto mucho con la conexión y confianza que se van generando con el paso de las semanas.

Lo más bonito del entrenamiento presencial es que en muchas ocasiones acabas creando un vínculo más estrecho, a veces incluso, nuevas amistades que enriquecen más tu vida.

Por este motivo, decidí buscar la forma de continuar con el entrenamiento presencial. Ahí nació la colaboración con Alicia Pérez, mi fisioterapeuta de confianza.

Ambas compartimos la visión de que las molestias y el dolor son un indicador de que existe una disfunción y que, por tanto, hay que encontrar la causa mediante valoraciones de movimiento.

También buscamos la autonomía y responsabilidad del cliente o paciente. Procuramos que tenga un papel activo en su recuperación o entrenamiento, en lugar de ser un mero receptor del tratamiento de fisioterapia o en mi caso, limitarse a seguir mis instrucciones en los entrenamientos.

Si vives en Vigo y te atrae mi filosofía de entrenamiento, buscas ponerte en forma o recuperarte de molestias musculares o articulares, ya sabes dónde encontrarme.

Mi propósito

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Mi visión

Un mundo donde las mujeres desarrollen una aptitud física y mental antifrágil que les ayude a ser más competentes, autónomas y resilientes.

Mi misión

Ayudarte a recuperar la funcionalidad y mejorar tu condición física para que tu salud se transforme en una fortaleza que te permita disfrutar de una mejor calidad de vida y superar cualquier adversidad.

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